viernes, 23 de mayo de 2014

Títere.

Manejabas siempre mis cuerdas, me ordenabas que me callase o que me acercara hacia ti. Caí en el pozo del olvido, mascullando palabras sin sentido. Las cuerdas se rompieron, las luces se apagaron y el telón se cerró desde aquel momento.
 

    Un simple títere no puede moverse, pero confiando en mí, lo hice; salí del pozo y mis cuerdas volvieron a unirse. Me sentí bien, e intentando buscar una dirección para vengarme de ti, la función comenzó.

jueves, 22 de mayo de 2014

Nunca más.

Es imposible decir que no reconoces su rostro, que has olvidado cómo es... eso no se olvida de un día para otro, es imposible. Aunque digas que no, en algún momento evocas su rostro. Aquel rostro blanquecino, con la nariz recta y los labios finos; con los ojos oscuros y hermosos, con el pelo largo y liso, como la textura de una hoja, y ese hermoso lunar cerca del labio que le hacía el rostro mucho más mágico, más bello.

Es difícil pensar que no podrás mirarle de nuevo a esos ojos tan penetrantes, sólo en sueños, no en la realidad. No te salen palabras ni para describirle ni para decir su nombre, letra a lera, con el tono suave.


Nunca podrás dejar de evocarle, lo plasmarás en papel y en tu mente, pensando que volveréis a veros. Y sigue, nunca pares, porque nunca lo volverás a ver, aunque quieras, aunque lo desees.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Despedida.

Las lágrimas caían sobre el ceniciento suelo: ya era tarde para volver atrás, para vernos de nuevo. Todo había pasado tan rápido que ni me dio tiempo a soltarte aquellas palabras bonitas, sólo para los valientes, para aquellos tan atrevidos y sin pelos en la lengua.

    Yo no era de ésos, no me atrevía a decirte te quiero ni siquiera en tu propia lengua; no tenía valor suficiente. Sólo quedan simples recuerdos: aquellas veces que te miré y no te diste cuenta, cuando te introducías en las conversaciones y me hacías soltar carcajadas, suspirando; y, sobretodo, nuestra fría despedida: todo estaba oculto para ti, ni siquiera te diste cuenta cuando nos estrechamos velozmente las manos.               
     

    Si miro de nuevo al cristal, lloraré y gritaré muy arrepentido, triste. No tuve el valor suficiente, y si lo tuve, no lo supe apreciar. Quizás volvamos a vernos algún día, quizás; pero el destino decide, no yo. Si por mí fuese, volvería a mirarte y sonreírte, diciéndote lo que no sabes; pero eso no va a pasar, nunca pasará.