jueves, 25 de febrero de 2016

Dieciséis.

De mala hostia,
pecoso
venía aquí este mismo día.
Veinticinco de febrero,
que se convierten ya en dieciséis inviernos.
La infancia apenas pude recordar,
puesto que mis pensamientos,
mis ideas,
mis recuerdos,
laten con fuerza
en el firmamento.
Los Lunnis, Barrio Sésamo
y las Barbies me entretenían;
leía revistas antes de aprender a leer,
al igual que a contar historias antes de escribirlas.
Pintaba y dibujaba mal,
cantaba el Antes muerta que sencilla
cuando no era 3+2,
pero siempre sonreía.
Jugaba a papás y mamás
antes de enfrentarme a la puta realidad;
me disfrazaba, veía Pokemon
y aún recuerdo mi alegría con Ana y los siete.
De High School Musical siempre fui,
aunque Camp Rock se me atravesó.
Durmiendo hoy en día con peluches,
preguntándome de dónde cogí la costumbre;
añorando cosas que antes hacía,
me pregunto con qué soñaría.
Amigos que se fueron,
conocidos que llegarán
y sueños que alcanzaré.
Aprendí a ir en bicicleta aunque apenas a dos ruedas,
conocí a los idiomas, de los que me enamoré,
y hoy en día tengo ideas claras.
Sé que quiero vivir,
crecer
y ser siempre diferente a los demás.
Quiero dar gracias a mamá,
también a papá,
a mis amigos, profesores y los que ya no están,
porque sin vosotros yo no sería así.
Porque no tendría dieciséis años,
sino que sería un Niño Perdido todavía.
Gracias a Peter Pan,
ya me he encontrado.

martes, 23 de febrero de 2016

Eres.

Eres lo que se esconde por la mañana
y a la noche se asoma.
Eres lo que cuando algo empieza por a,
lo rebates con una palabra que empiece por la z.
Soy de finales de febrero,
tú de principios de verano.
Eres mi calor en una tarde fría,
el hambre que sacia mi sed,
la mirada que me habla.
Eres una ecuación por resolver,
una frase a analizar,
un experimento que realizar,
un mapa en el que orientarse.
Eres piedra
y yo tijeras.
Cara
y yo cruz.
Tú policía,
yo caco.
Eres un juego con el que disfrutar,
y yo el niño que te desgasta.
Eres un artículo sin acabar,
una fotografía movida,
un paraguas cerrado en un día de lluvia.
Eres lo que yo no.
Eres un sí.
Eres un yo también.
Eres perfecto.
Eres, sin embargo, un nunca.

lunes, 22 de febrero de 2016

Tiempo.

No esperaba que al mirarme al espejo
encontraría esas ojeras oscuras
bajo unos pómulos marcados que
hace tiempo habían desaparecido.

No podía siquiera sonreír:
si lo hacía, algo me electrificaba.
Parecía que la soledad me daba la mano,
parecía que la capucha, los cascos, la música y los libros eran mis únicos amigos.

Si hubieras querido darme la mano,
calentarme en este invierno tan frío,
te hubieras congelado
como Jadis hizo con el señor Tumnus en Narnia.

Si hubieras querido abrazarme,
sentir ese olor tan profundo, recordarlo y guardarlo,
te habrías roto
como el vaso cuando tocó el suelo.

Si hubieras querido hacerte una foto,
haber cogido aquella que aún perdura en mi mesilla de noche
y compararlas,
no habrías podido establecer ni un principio ni un final.

Y es que el tiempo cambia,
los pensamientos fluyen,
las estaciones vuelan,
los sentimientos tienen establecidos un espacio en el museo de la vida,
las facciones viajan de temporada a temporada, sin volver a ser las mismas,
y uno mismo deja de ser quien era.

Ayer caí en un charco y me mojé,
hoy el sol golpea mi cara,
y mañana... ¿Mañana qué será de mí?
Lo único que sé es que no volveré a ser el de ayer,
al que querías abrazar o fotografiar,
porque sé quién eres.
Sé cómo eres, maldad.

domingo, 21 de febrero de 2016

Ya no quema, solo duele.

Que te hayas alejado,
que hayas cogido ese tren,
que hayas decidido tomar esos trescientos cincuenta kilómetros
para no volver,
para decirte de una vez por todas adiós,
ya no quema, solo duele.

Que me miraras con los ojos,
leyéndome los labios,
cuando sé lo que pensabas
(los miradas hablan, los sentimientos viven),
es un mito.
Eres un antepasado que ya no existe,
algo que quedará en el recuerdo,
que no volveré a ver.

Serás historia;
yo viviré la mía trescientos cincuenta kilómetros separados de ti.
Sentiré,
caeré,
me romperé,
viviré,
lloraré,
reiré,
me emocionaré,
me perderé,
me encontraré,
y todo sin ti.
Sin tu ayuda.
Solo yo,
con mi único amigo,
con mi única pieza del puzzle.

Ni tú,
ni él,
ni nadie más podrá curar
lo que arañaste.
Ni una tirita,
ni el tequila,
ni siquiera las palabras
podrán saciar el dolor.

Supongo que algún día esto acabará,
que aparecerá alguien que estará solo a veinte metros de mí,
y que correré a abrazar,
y a tomar de la mano
y a besar.
Mientras tanto,
sé feliz,
acuérdate de mí,
y, sutilmente, jódete.
Y es que ya no quema...
                                                                                    ...solo duele.