martes, 8 de julio de 2014

Mejor caerse que tropezarse.

No lo sabrías hasta que te lo dijera yo, pero es necesario hacerlo: desde aquel momento, lo hayas aceptado o no, ya no eres el mismo que sonreía con cada tontería —una burla, una estupidez, una metedura de pata—, que lloraba cuando leía algo triste, algo que podría pasar pero no a ti, algo que no se merece nadie por muy malo que sea; ya no tienes ese niño ahí dentro, aquél que se emocionaba cuando íbamos a ver una película de Disney, o una serie infantil, aquél que actuaba como uno: gritabas a alguien por la calle, éste se giraba y tú corrías como si no hubiese un mañana, intercalando carcajadas que ya no escucho de ti, que desaparecieron pronto.

      Peter Pan ya no te acepta, ya no te llevaría a Nunca Jamás por más que quisieras, y todo por su culpa. Iba todo en buen camino, todo eran besos, risas, ñoñerías que todas parejas se mandan... hasta que el tren en el que viajabais descarriló, convirtiendo la alegría en pena y la amistad en odio. Todo cambió, ya no era igual: de un «¡buenos días, cariño!» pasó a un «no sé cómo podía decirte eso... te odio». El «siempre» que prometiste desapareció, se rompió en mil pedazos y sus restos volaron hasta llegar al mar, donde todo se mezcló y se perdió, como si nunca hubiese existido.

      Tras los gritos, las lágrimas, los cortes y, de nuevo, la lectura de todos los mensajes, todo cambió. Hiciste lo que tenías que hacer, hiciste lo correcto: sonreíste, levantaste la cabeza, fuiste al espejo y te dijiste que ya pasó, que ya no iba a pasar más. Quizás tuvieras razón, no sería la persona correcta o, quizás, el destino, con su sonrisa maléfica, os hubiese manejado como peones, como si de el juego del ajedrez se tratase, y hubiese decidido que no os merecíais, que todo tenía que cambiar, que recapacitarais.

      Ahora ya lo sabes, has cambiado y deberías de seguir ese camino: fue aquella persona tan estratega, con su ceño fruncido y sus ojos entreabiertos en todo momento, la que te intimidaba y la que consiguió dejarte huella, que era lo que ella quería. Sabes que, aunque ya no tengas ese niño dentro correteando por tu alma, está tu subconsciente que te ayudará y te hará pensar en lo correcto. Mejor haberse caído que haber tropezado y no haber tocado el suelo, porque así, es como te he podido ayudar, amigo.

3 comentarios:

  1. ¡He aquí un literato! Me he pasado por algunos blogs para encontrarme esto; creación pura. Pues la mayoria son difusiones de libros o reseñas...

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